La vida me da recelo,
me mata la indiferencia,
la mano de la inclemencia
me ha echado este nudo ciego...
Indiferencia e inclemencia, dos palabras que este mes se han hecho particularmente presentes. Los versos de arriba son un fragmento de "El amor", décimas de Violeta Parra y resumen, de algún modo, algunas experiencias recientes. Una de ellas se refiere a mi visita a la exposición fotográfica "la pobreza no cae del cielo", recientemente instalada en el TRM,en mi ciudad. Ya había tenido la posibilidad de visitarla casualmente en Santiago, cuando junto al coro del colegio Santa Marta nos presentamos en la estación Mapocho. Para variar, y como era de esperarse, a Talca sólo llegó una parte de la exposición, pero finalmente y dado que las fotografías en sí me parecieron lo de menos(ese es un juicio muy personal), lo importante es que el sentido de la muestra tiene directa relación con las palabras que antes mencioné. En la muestra se retrata la injusticia y el atropello a la dignidad de los trabajadores, en especial del obrero agrícola, y por lo menos para mí, es como una bofetada de la realidad, una grito para despertar, para comprender de una vez que la bonanza no puede provenir del abuso. Al repasar estos versos en el ensayo de la coral me di cuenta que eso era lo que unía lo que he sentido con los acontecimientos de este mes.
Si, porque casi me bajo del colectivo en que viajaba aquél día cuando presencié el otro hecho que hacer presente: la herida mortal a la identidad cultural Talca que significó la demolición de la casa Cuadrado. Los talquinos estamos acostumbrados a que se atropelle nuestra herencia, pero no por ello nos resignamos a que nuestra ciudad se convierta paulatinamente en la copia marca chancho de las ciudades grandes. Se supone que somos una zona típica, cuna de la libertad, como reza nuestro himno regional, pero ¿dónde está la huella de nuestra historia? No digo que nos quedemos en el pasado, pero el progreso no significa borrar lo que hemos sido y lo que hace especial nuestra ciudad. Talca podría ser un gran museo, y perfectamente la modernidad podría convivir con la historia, pero al parecer la idea de progreso de nuestras autoridades poco tiene que ver con la del resto de los ciudadanos. ¿Cuál es el resultado? Una ciudad carente de estilo, de un sello que la haga única, una ciudad en vías de la involución que sólo aspora a convertirse en la copia picante de las ciudades desarrolladas.
Indiferencia e inclemencia.
domingo, 18 de marzo de 2007Esto salió de la mente de Clo a las 19:27
Baúles: pensamientos
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1 dejaron un poco de sí en este lugar:
Bleh, no quiero que la ciudad que me acogió tan bien se desplome.
Además que ya le eché el ojo para vivir.
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