Dos buenas experiencias.

domingo, 11 de febrero de 2007

Hoy puedo decir que mi amigo Fermín no es profeta y no fui la primera en casarme: acabo de vivir el fin de semana más emocionante en mucho tiempo gracias al matrimonio de mi mejor amiga, en el que viví momentos desde los más graciosos a otros tensos. Desde el trayecto a la iglesia parece que todo era risas: cuando la gente gritaba buenos deseos a la novia, ella les sonreía y saludaba con la mano como una pricesa, cuando gritaban tonteras... ¡¡¡¡¡les contestábamos!!!!! Lo más gracioso es que, tanto la novia como yo nos resfriamos juntas (en realidad ella me contagió, estoy segura) así que íbamos gastando pañuelos como dos lloronas emocionadas. Claro eso era la excusa, porque se nos estaban cayendo los mocos irremediablemente. Como llegamos adelantadas, hasta nos dimos el lujo de dar una vuelta antes y pasar a comprar pañuelos desechables para no terminar limpiándonos la nariz con el velo de la novia.
Obviando ese detalle, todo fue hermoso. La ceremonia me conmovió, y de la fiesta sólo puedo decir que ni los tacos aguja me impidieron bailar y pasarla bien hasta las cinco de la mañana. Buuu, si no fuera por el vil trabajo de mi novio aún estaría bailando...
Extrañamente esta vez no me dediqué a escudriñar el look de las niñas, como suelo hacer. Debe ser, primero, porque estaba tan preocupada de mi amiga que finalmente me arreglé a la rápida, punto que me quita moral para criticar a alguien, y segundo porque creo que todas estaban bonitas. Y digo TODAS, porque de veras se notó la presencia de un buen espejo y el amor propio en todas las asistentes.
Pro más que me corrí los poderes maléficos de la novia enviaron el ramo justo a mis pies, pero por fortuna la rapidez de mi amiga Tabi me salvó de recogerlo. Francamente me molesta que la gente ya me esté casando, y pese a que sólo se trata de una superstición, prefiero evitar los comentarios. Me cayó a los pies, pero aún si me hubiera caído en las manos lo habría soltado.
Poco a poco, los mocos pasaron a ser un detalle y cada vez el resfrío me molestaba más, pero no lo dejé vencer y bailé, bailé, bailé. A ratos me sentía atroz, pero me sentaba unos minutos y vovlía a la carga.
A las cinco de la mañana se rompió en hechizo y mágicamente, nada más saliendo del Bávaro (lugar de la recepción) mis pies comenzaron a doler y me invadió un sueño terrible. No se cómo pude llegar despierta a la casa, pero aún agradezco el cafecito que mi novio me llevó a la camita.

Como dije, el hechizo se rompió... pero bien roto. Hoy me sentía terrible, mi nariz completamente tapada, escuchando como sumergida en una picina. me dolía el cuerpo y no tuve ánimos ni de maquillarme. Hasta me vestí bien tapadita y ni pensar en taco alto. Me sentía la mina más desabrida del planeta, no podía haber mujer menos sabrosa que yo, y en parte era bueno porque no estaba de ánimo para recibir piropos de ningún maestreque por ahí.
Recordando aquella experiencia de mi "psicópata", ese que se me declaró en la calle me surge una pregunta... ¿cuántas veces en la vida le puede pasar algo así a una mujer? En la mía, dos. Siempre pensé que esa sería la única vez en la vida que me ocurriría algo así, pero ahora ya no le pondré límite a nada.
Caminando toda desabrida por Provi se me acercó un chico que, a diferencia del anterior estaba bastante a mi gusto. Me dijo que sabía que sonaría algo patudo, pero que al verme había sentido la necesidad de conocerme, que me invitaba a una bebida o algo, que si vivía por ahí, si pololeaba, que si estaba apurada, que al tenerme en frente le daban ganas de besarme, que no se que más, estaba tan atontada y afiebrada que ni recuerdo el orden de sus preguntas, y hasta repondí con una lentitud perturbadora. Creo que eso mismo lo puso nervioso, porque hasta llegó a tartamudear. Eso me causó gracia. Mientras me hablaba yo recordaba al tipo de antes, pensaba en lo raro de que una situación así se repitiera y que, tal vez, no estaba mal aceptar "conocerlo", pensaba en mi novio, intentaba procesar la situación actual, pensér que algo así no se da dos veces... ¡¡y a mí me estaba pasando de nuevo!!! Pensé en mi novio otra vez. Debía juntarme con él y la hora estaba cerca... Le dije que no, que lo sentía pero no podía. Puso cara de decepción y se despidió de mí. No voy a negar que también para mí fue algo frustrante. Tomar una bebida con alguien no es ser infiel y, de algún modo, me hubiera gustado disfrutar más la experiencia. Claro, sin darle ilusiones ni nada, pero es que algo así no pasa dos veces... y a mí me pasó.

3 dejaron un poco de sí en este lugar:

D _ _ _ _ o dijo...

Mi apreciación de lo vivido durante esa semana merece una nueva entrada en mi blog. Obviamente puedo adelantar que tuvo de todo, mucha emoción, stress, etc..., pero al final todo salió bien.

Con respecto a tus casos únicos de seguimiento-joteo. Por más que te sientas desabrida, siempre proyectas tu femenidad y coquetería naturalmente.

Estoy feliz de ser el privilegiado de tus besos y tu cariño. La única opción que les queda a tus jotes y pretendientes es envidiarme....jejeje.

Besitos.

Paula María dijo...

Es entretenido leer lo que escribes, y es que tienes esa capacidad para contar las cosas tan claritas que uno se imagina la escena, y lo que hace mejor las cosas es que uno puede estar en tu cabeza por un momento.

Sigue escribiendo, y pasa de vez en cuando por mi blog.

Un abrazo, nos vemos

D _ _ _ _ o dijo...

ésto es parte importante de tu biobibliografía.

besitos